Pasan los años y a menudo la memoria resulta complicada. Esta vez le toca a Calamaro. Juanjo Domínguez, previendo la situación, le había copiado dos machetes: uno con la letra de “Absurdo”, aquel melancólico vals de los hermanos Expósito, y otro con la de “Soledad”, el tangazo de Gardel y Le Pera grabado en 1934, que el Zorzal cantó, además, en la película El tango en Broadway. “Yo no quiero que nadie a mí me diga / que de tu dulce vida / tú ya me has arrancado”, frasea Andrés, con su singular forma. Veinte periodistas, más un puñado de curiosos, asisten a la improvisada presentación de la parte más salada de un disco: Sin red. Leer nota
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