
Es el amor que pasa
Se comían el mundo y la boca sedienta. 
Eran sus manos
manual de exploradores 
en nuevos territorios.
Era una tierra inhóspita y vacía
aquel vagón del metro.
Allí no había relojes que marcaran 
el tiempo. No corría
la vida entre sus brazos. 
Se besaban con prisa, con el último
aliento de los seres que sienten 
que la muerte no existe.
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