![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhiSFisO_hCQfn4wqBcsbYIh50m7O4_6KRUfwGW1fC9AoGbQt2K1WtuU1lHDffG4MmMLNXcCndE0K6yIL0RH9FcVVpQUYVnLM8Zhc9mj1krZr7JZKVYrDlgM1d33cYdZzRcD_VZxwHzug/s280/clay.jpg)
Ni lo apolíneo ni lo dionisíaco, sino otra cosa: la exacta tensión entre una cosa y la otra. No lo apolíneo, que tienta pero aletarga, ni tampoco lo dionisíaco, que perturba y apabulla y por fin deprime o amarga. En vez de lo uno o de lo otro, entonces, excluyéndose entre sí con afán de pureza, mejor la irrupción destellante o la perduración colosal de lo uno en lo otro: el fogonazo dionisíaco (arranque, desborde, explosión) sobre un horizonte que todavía es apolíneo, o la conservación del equilibrio apolíneo (la estilizada perfección de la línea) en medio de un frenesí que es ya dionisíaco. Leer nota
No hay comentarios:
Publicar un comentario