El grupo "Mondongo", que las realizó con galletitas y fiambres en 2004, niega los problemas. Conservar obras con materiales orgánicos no es tarea sencilla. El británico Damien Hirst, una de las estrellas con más luz del arte contemporáneo, lo sabe bien. En 2006 tuvo que buscar un tiburón para reemplazar al primero, de cuatro metros de longitud, que se había descompuesto en "La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo", obra vendida en 12 millones de dólares al multimillonario Steven A. Cohen, en 2004. Leer nota
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