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Camilo Juárez abrió la puerta del noveno piso del edificio de Brasil y Defensa. Tenía siete años y se encontró con una fila de hombres armados y vestidos de verde. Atinó a cerrar antes de que pudieran entrar. “Esperen un momento, estoy en calzoncillos”, les dijo. Venían a buscar a su tía. Y se la llevaron. Ya había desaparecido su papá. Su mamá estaba en Devoto, donde poco después murió. Camilo y sus dos hermanos vivieron con sus abuelos hasta que ellos, con el tiempo, también se fueron. Camilo y sus hermanos hicieron lo que pudieron: crecieron, estudiaron, militaron. Hoy Camilo tiene 41 años, es músico y espera su turno para sentarse delante de tres jueces y contarles qué es la ausencia. Leer nota
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