
Hace siete horas que Andrés Calamaro y su equipo bajaron del escenario del Luna Park. Pero en la cabeza del cronista sigue sonando, como un loop grabado a fuego, eso de que “la ciudad se queda sola, y nadie me da bola”. Y, sin pedir permiso, saca la frase de contexto y piensa que no es cierto. En Buenos Aires, que es hoy más que nunca “la ciudad de la pelota”, Calamaro tiene quien lo escuche.
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