Una débil brisa se apiada de mi cuerpo cansado mientras escribo estas líneas y recuerdo el verano que no tendré. No será la canícula, aquella que hace brillar las pieles, la que castigue mi marcha por estos días inciertos, si no quizá, en algún momento, la nostalgia por los compañeros y la familia que quedarán lejos del camino que me lleva hasta el sur.
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