martes, 17 de agosto de 2010

El héroe, más allá de lo real

Era una puerta estrecha en un callejón sin salida en donde se guardaban algunas calesas abandonadas. La puerta no tenía número. En la ventana: el cartel de sastre que se me había indicado, a la derecha, dos rejas menos. Golpeé largamente sin fortuna hasta que escuché girar la mirilla y vi un ojo que me escrutaba. Dije que venía de parte de Aguado(1). Abrieron. No bien pisé el umbral vi todo negro, luego me deslumbró la luz de una linterna roja que dio en la cara de un chino y los dos salimos por el pasillo. Leer nota

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