Es cierto, el término “madurez” es ambiguo, hasta molesto, pero a veces necesario. La mala fama tiene que ver con que a veces se lo interpreta como “aburrimiento” o “aburguesamiento”, como algo que lima las aristas de la ambición de un músico. Pero nada de eso puede aplicarse a Solo un momento, el nuevo disco de Gabriel Fernández Capello. Y sin embargo hay que volver a mencionar esa maldita palabra. Llegado a su cuarto disco solista, lo que debe entenderse por madurez en Vicentico es su soltura para hacerse dueño y vehículo de canciones que no siguen más viento que el que le sugieren sus instintos.
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