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Carlos Libedinsky era un bandoneonista de tango tradicional hasta que empezó a bailar. La milonga se le tornó adicción, las recorrió todas cuando el siglo estaba naciendo y no hubo forma de volver atrás. “No pude –se ríe–. Cuando arranqué me sucedió un efecto adictivo, algo que le suele pasar a la mayoría de la gente que empieza a bailar y se engancha”, racconta en flash con un solo motivo: explicar el porqué del nombre de la agrupación que acarrea hace casi una década junto a Marcelo Toth en bajo y guitarra, Fernando del Castillo en batería y percusión y Mariano Castro en piano, teclados y bajo, y los tres en samplers: Narcotango.
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