Nació como sinónimo de buena educación, de respeto a las leyes y al pensamiento dominante, de educación y ética que no discrimina a las personas por el color de su piel o sus diferencias de ser y estar, de acatamiento a la línea del partido cualquiera sea, etc. La expresión se propina a veces de manera irónica para calificar o descalificar a los “demasiado normales” que no se desvían un ápice de las actitudes socialmente aceptadas, ni incurren en ideas cuestionadoras de la rutina o del statu quo, ni en gestos o mohínes poco amables. El concepto es moneda corriente del habla y adquiere rostros distintos con el tiempo. Al mismo tiempo.
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