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Trovador, juglar, poeta, admirado cantautor. Trotamundos, aventurero de guitarra al hombro. Suerte de gurú espiritual de la música, “maestro”, según le decían sus miles de admiradores. Entre las muchas definiciones que podían caberle a Facundo Cabral, la más precisa fue quizá la que él mismo se dio: “Un narrador de historias, viajes, sueños, pesadillas”. Cabral perteneció a una raza de artistas de las que no abundaron: aquellos cuyo arte estaba en directa relación con la experiencia vivida y acumulada, o más precisamente, se nutría de ésta.
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