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Fueron tres horas y media de concierto, en un marco de fiesta colectiva, a lo largo de una noche cálida que fue invitando a más, tema tras tema. Había pasado la 1 de la mañana del día siguiente y Silvio Rodríguez seguía regalando bises, solo o con sus músicos, asomándose una y otra vez el escenario, ante la incredulidad, el agradecimiento y la definitiva felicidad de las 14.000 personas que colmaron la cancha de Ferro. Les sacó fotos, los saludó, los aplaudió, les dijo gracias de muchas formas y les dejó sus versiones actuales de un nutrido ramillete extra de canciones, incluidas las de épocas de la trova, como “Ojalá” o “Playa Girón”, los himnos de los ’80 ya universales, como “Unicornio”.
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Un monton canto!
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