Cuenta la leyenda que, a mediados de los ’90, el rock latino tuvo un representante mendocino. Con Mano Negra entre ceja y ceja, Goy Ugalde Glúzman lideró Karamelo Santo, una bomba del mestizaje que hizo sede en una casona del barrio porteño de La Boca y supo pasear su música por todos los festivales europeos. Alejado del grupo, un maduro Goy repasa aquel camino y presenta con orgullo su primer disco solista, el inesperado y sorprendente Soy Cuyano, en el que finalmente le hizo caso a su abuela y, sin cortarse las rastas, repasa los clásicos de su provincia natal.
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