¿Murakami piensa que sería aceptado si ganara el Premio Nobel, como mucha gente espera que suceda? “No quiero especular,” dice y se ríe. “Ese es un tema muy riesgoso. Puede ser que sea colgado de un poste de luz, ¡no lo sé!” El novelista de culto más popular del mundo toma café de a sorbos en la biblioteca soleada de un hotel de Edimburgo, a la que –tal vez sea decepcionante para los admiradores de sus tramas más fantásticas – no llega una red laberíntica de túneles subterráneos. Murakami es relajado y afable. “¡No soy misterioso!” dice, riéndose.
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