El viernes a la noche, David Gilmour, el de la larguísima melena de la tapa de
Ummagumma, el que llenó de sensibilidad -sí, claro que Rick Wright también- buena parte de la monumental obra de Roger Waters además de la propia, el que se cargó al hombro la historia y el futuro de Pink Floyd cuando el bajista se fue de la banda para nunca más volver, el de la eterna remera negra, el que luce con el orgullo de sus pocos y blancos pelos el paso de sus 69 años, tocó por primera vez en
la Argentina. Fue en el Hipódromo de San Isidro; fue ante unas 70 mil personas; y fue de lo mejor que haya sucedido por estas tierras en mucho -pero muchísimo- tiempo.
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