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No necesitó mucho aspaviento para llenar de luz el escenario. El cantautor Alejandro Filio se sentó en su puesto, acarició su enmudecida guitarra y comenzó a cantar las poesías de su alma.
Eran las 8:40 p. m del viernes cuando el mexicano puso a vibrar a un público tico que soñó, sintió y coreó, de principio a fin, las tonadas del “maestro”. Casi llenas, las instalaciones del Auditorio Nacional del Museo de los Niños se convirtieron en un recinto de fina trova. Leer nota
Eran las 8:40 p. m del viernes cuando el mexicano puso a vibrar a un público tico que soñó, sintió y coreó, de principio a fin, las tonadas del “maestro”. Casi llenas, las instalaciones del Auditorio Nacional del Museo de los Niños se convirtieron en un recinto de fina trova. Leer nota
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