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Señor Diego, mantenga su palabra. Fije día y hora, un lugar más o menos discreto, y varios millones nos pondremos en cola para ejercer la succión que usted comanda.
Es duro haber sido maradona. A todos nos sucede: lo hemos sido. Durante muchos años, la escena se repitió en los lugares más variados, con interlocutores tan distintos, con los acentos más diversos:
–Where are you from?
Me preguntaron tantas veces y, cuando les contestaba que argentino, se quedaban mirándome. En Asia y África y Oceanía –por ejemplo– la Argentina existe muy poquito y mi respuesta provocaba, la mitad de las veces, una sola respuesta: ajá. O sea: la lógica ignorancia. Para la otra mitad –para los que sabían– el remate se repetía invariable:
–Ah, argentino… ¡Maradona!
maradona da siempre que hablar no es como Dios es como el diablo siempre mete la cola.
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