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La interrupción es el signo fatal de los tiempos que corren. Puede notarse en las salas de cine o de conciertos, en los espectáculos deportivos, en el furor frenético del que hace zapping frente a la tele: cada vez nos resulta más dificultoso permanecer por dos o tres horas en un mismo lugar, ocupados en una misma cosa. Interrumpir, interrumpirse, hacerse interrumpir, dejarse interrumpir: es la quintaesencia de la vida que llevamos. Ya nunca hacemos nada sin que exista la firme posibilidad de que algo venga a interrumpirnos.
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