Uno se para ante sus diminutas construcciones, toma distancia de ellas, se acerca, y cada desplazamiento alumbra una infinidad de mundos. Todos diversos. Como un teatro de sombras, líneas y colores, lo que uno imaginó como un hoyo con una pelota o una luna se transformó en un manojo de globos en ascenso. Todo a partir de las infinitas evocaciones que sugiere el círculo. Porque las figuraciones de este artista que expone en la galería Jorge Mara-La Ruche –sean círculos, cuadrados o triángulos– prescinden del detalle con sutil perspicacia.
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