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“Se me cruzan las cosas que vi con las que escribí”, expía Gloria Guerrero, y no puede precisar si su primer Obras fue la vuelta de Almendra en 1979 o el recital en que Jan Hammer enloqueció con los elefantes de Spinetta y lo invitó a tocar con él. “Pero seguro fue el de Almendra..., vamos con ése”, sentencia, mientras no puede evitar cierta incomodidad: más de 30 años de un lado del mostrador –escribiendo, investigando, reseñando shows, entrevistando– y ahora le toca estar del otro: hablar ante un medio sobre ella y su protagonismo. En este caso, como pluma de un libro imprescindible y enriquecedor para las vísceras del movimiento de rock en Argentina: Estadio Obras, el Templo del Rock, del que fue una de sus más fervientes devotas.
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