La fiesta que él se merecía. La emoción dominó al eterno goleador de Boca en su último partido en la Bombonera. Lloró en la caravana, en la vuelta olímpica del final y cuando le regalaron el arco.
No debiera existir una última vez de ese hombre que dispara emociones únicas en este estadio donde se siente como en ningún otro y con esta gente agradecida como pocas. Sin embargo, Palermo se va como futbolista de la Bombonera. Nota completa aquí.
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