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Durante años, Massacre fue como esos peleadores callejeros desbordantes de potencia que, trasladados a un ring, terminaban perdiendo ante pugilistas con técnica más refinada. Así fue hasta que los tomó un viejo conocedor de los gimnasios/estudios, el perico Juanchi Baleirón, y los eternos perdedores hermosos aprendieron a plantarse mejor, a mover las piernas y a elegir los momentos justos para lanzar jabs y ganchos al mentón. El mamut, en 2007, sonó en las radios y llevó a Massacre a ser número puesto en cuanto festival hubiera, en algo que su cantante Walas definió como una suerte de “entrada al rock nacional”.
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