Todos -o casi todos- en algún momento de nuestras vidas hacemos un balance. Uno de verdad; no de esos que a fin de año justifican más o menos efusividad a la hora del brindis y si la copa va con champán o sidra. De lo que se trata es de hacer un repaso de todo un recorrido de vida, y de elegir -no seleccionar, que es otra cosa- qué mostrar de todo ese pasado y presente, al momento de mostrar quién es uno.Y eso es lo que pasa con el show que el sábado, ocho años después de última visita al país, devolvió a Sting a un escenario argentino. Regreso con el ingrediente adicional de estrenar el flamante DirecTV Arena, en Tortuguitas, cuyo debut fue en términos de sonido, visual y prestaciones gastronómicas y sanitarias más que auspicioso. Distinto fue (ver
Llegar o no llegar, ésa fue la cuestión), en cambio, el tema de la accesibilidad.
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