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Un literato mitómano lo primero que hace al llegar por primera vez a Buenos Aires es olisquear el rastro que dejó Borges en distintos cafés y confiterías. Ese olfato de perro puede llevarte al Richmon de la calle Florida, al Tortoni de la avenida de Mayo, a la Biela frente al cementerio de la Recoleta, al restaurante Lola que está al lado de donde Borges comía con Bioy Casares o a cualquier boliche de la calle Maipú.
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