
Las manos de ellos rasguean la guitarra. Las manos de ellas tejen entre hilados. Las manos de la gente revolea remeras. Las manos de ellas imprimen estampas. Las manos se mixturan y se acoplan en un sonido que hilvana deseos y sopla un futuro que es toda una apuesta. “Estoy contenta que la gente de afuera vea que una hace algo más que dormir y esperar que el tiempo pase”, dice una presa con una cabellera rubia buscadamente rubia y aplomadamente rubia como si el pelo fuera también una señal necesaria del paso del tiempo y el tiempo se resignificara al poder ser algo más que espera. Leer nota
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