El ambiente está menos caldeado que en años anteriores en la víspera de un nuevo 11 de septiembre, día en que hace treinta y seis años los militares –al mando del dictador Augusto Pinochet– tomaron el poder a la fuerza en Chile. Los factores para esta supuesta calma son diversos. Pero ojo. El ataque perpetrado la semana pasada por un grupo de anarcos –supuestamente alumnos de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano– a un cuartel de la Policía de Investigaciones con bombas molotov, piedras y pintura, la captura de jóvenes en la brava comuna de La Pincoya preparando artefactos incendiarios similares y el atentado explosivo ocurrido en la noche del miércoles –mientras todo Chile veía a la selección de Bielsa jugar contra Brasil– en un estacionamiento del casino de suboficiales de Carabineros son señales inequívocas de que la conmemoración de la fecha más nefasta en la historia de este país sigue marcando a muchos chilenos. Leer nota
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