Vamos a extrañar ese espléndido dictado nerudiano de las lentas hojas vestidas de silencio y amarillo. Pero si es así, ¿cómo será nuestra vida sin inviernos, un éxtasis tropical permanente, una melancolía de la nieve, un aluvión zoológico en las fuentes, un paraíso de playas y bikinis? ¿Y qué decir de nuestro estado de ánimo, acostumbrado a fluctuar junto con las estaciones y el largo de los días? ¿Qué de la geografía, ciencia reversible y temporaria? ¿Dónde esconderán su pelo las ovejas, cuándo encontrarán ovejos para soñar un futuro de inviernos y corderos? ¿Y qué pasará con nuestro sentido del humor, con las enfermedades, con el destino de los genes que traemos de fábrica? Leer nota
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