“Brown se arrastró debajo de él para mirar y Elefante le aplastó el cráneo.” Hay dos interpretaciones posibles: o éste es el copete de una noticia publicada en las páginas de sociedad de un periódico sajón o bien alguien accedió a la lectura de El robo del elefante blanco, de Mark Twain. Ahora, muy distinto a ese pasaje es cuando El Mamut, en lugar de achatar, le pone relieve a una escena. Eso ya pasaría a ser una Massacre. Y eso seguro es por su culpa: del micrófono de Walas, de los solos del Tordo Mondello, de la pedalera de Fico, de las cuatro cuerdas de Bochi y de los parches de Charly. Leer nota
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