lunes, 27 de septiembre de 2010

Beto Por Andres Calamaro

Fue mi mentor, mi padrino, mi hermano mayor y mi maestro. El primero que confió en mí como aspirante a músico y me puso a tocar al lado de otros músicos más curtidos –mucho más que yo que tenía 16 y cursaba el secundario– en la vida y en la música, egresados de la calle o de Berklee, ensayando en un sótano en Corrientes y Cerrito en 1978. Vi a Raíces en el Centro de Artes y Música, donde ponían bombas cuando tocaba Huerque Mapu y se llamaba Periscopio, o repartían buñuelos de auténtica Ricota de Patricio Rey. Me llamó la atención la perfecta y equilibrada fusión de sonido (y espíritu) rockero con el “groove” del candombe, las armonías de jazz y el funk del funk. Leer nota

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