![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2ap75t2_1r9OaOVJ_EyZe9RTPzn-SXZO2b5gCl3f1UVREXN8keXNu3Yneg9_o5qlGytuFQmibbMO4g2hnk8JaDkIL2RfgBO_mC3S0rvo43Vt32WI-KK5Dpqa7VE_nq5k_ZoWMcwuoKXc/s320/na33fo01.jpg)
Pink Floyd es una de las cinco bandas más grandes de todos los tiempos, junto a Los Beatles, Rolling Stones, U2 y Led Zeppelin (se aceptan impugnaciones, insultos y amables sugerencias para ocupar los otros cuatro lugares). Pero, también, es la banda que encierra en su seno todas las contradicciones que el rock supo parir en su relación con: el show business, el sentido ético del género, la relación con los fans y con la propia obra. Pink Floyd fue/es (es probable que en lo que resta de esta nota las coordenadas temporales fluctúen en una misma oración, a despecho de la corrección gramatical) un milagro de memoria emotiva garantizado en frías oficinas de management; un proyecto aséptico nutrido de experiencias radicalizadas.
Leer nota
No hay comentarios:
Publicar un comentario