En 1934, cuando Serguei Eisenstein luchaba para llevar a cabo su proyecto de El prado de Beijin, que quedaría inconcluso, escribía: “Resulta interesante repasar las trayectorias de los cineastas de hoy hasta sus inicios creativos, que en un conjunto constituyen los antecedentes multicolores del cine soviético. A principios de los ’20 llegamos todos al cine soviético como a algo inexistente. Era como llegar a una ciudad sin terminar; no había plazas, no se habían trazado calles, ni siquiera callejuelas sinuosas o callejones sin salida como los que encontramos en las cinemetrópolis de nuestros días. Leer nota
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