Para hablar de yoko ono hay que hablar de un grito, el “grito primal”, un estremecimiento vocal insufriblemente largo que embistió de frente a la musicalidad de los Beatles y que confirma nuestros peores prejuicios contra esta mujer: una autopromotora del más absoluto analfabetismo musical que cautivó al pobre John Lennon y desintegró a los Beatles. De nada valieron sus experimentos con musique concrète en la sala de recitales del Carnegie Hall cinco años antes de toparse con Lennon, o que su arte de estudio fuera alguna vez el pilar de Fluxus, movimiento de arte conceptual que estaba en contra del objeto de arte tradicional. Leer nota
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