En Inmigrantes y criollos en el Bicentenario, bajo la égida de un enfoque predominantemente sociológico, Alberto Sarramone se aboca a la tarea de mensurar el impacto inmigratorio en la formación de la nacionalidad argentina, ese aluvional crisol de razas que torna temeraria y, en muchas ocasiones, imposible de responder la pregunta por el ser nacional (una extraña quintaesencia que se pretende prototipo de rasgos y características singulares y, a un tiempo, compartidas). El peso que comportó el carácter inmigratorio se ilustra con claridad en la progresión de carácter numérico: en el Censo Nacional de 1895, una de cada cuatro personas era extranjera; en el Censo de 1914, una de cada tres, pero los dos tercios de argentinos restantes eran hijos o nietos de inmigrantes. Leer nota
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