Se viene la postal del fútbol argentino. Ingresa un señor mayor, encorvado, que se sostiene con un bastón y avanza a paso lento. Lo sigue otro señor de pelo oscuro, cuarentón, enfundado con la ropa de la Selección, y más atrás marcha un pibe, se lo adivina tímido, con remera de entrenamiento y pantalón corto.Quizás ninguno de los tres tenga plena conciencia de que ese encuentro histórico, breve, emotivo, dejará como testimonio una foto. La foto que unirá para el recuerdo a tres generaciones de los más grandes jugadores del fútbol argentino. Tenía que existir uno para que existiera el otro y el otro. Tenía que existir Alfredo para que después apareciera Diego y tenía que existir Diego para desembocar en Leo. Son los genes del fútbol argentino en su máxima pureza. Di Stéfano fue el conquistador de España y del mundo con el Real Madrid, Maradona se calzó la corona que dejó vacante Pelé allá por 1986 y Messi se hizo grande en el Barcelona para convertirse en el mejor jugador del mundo. Leer nota
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