lunes, 15 de febrero de 2010

Alejandro Dolina

Nuestro libreto es la biblioteca
En la escenografía de su casa en Belgrano, el elemento central es el piano de cola, rodeado de estantes repletos de libros. En la otra pared, un hogar de ladrillos a la vista, sobre el que descansan estatuillas, placas y otros premios broncíneos, escoltados de un lado por cientos de cajitas de CD y del otro por la computadora, enfrentada en un duelo inútil con la máquina de escribir Corona, resignada a adornar una mesita ratona custodiada por los sombreros del perchero. La sala se encuadra con sillones de pana gris sobre los que sólo parece arrojarse la luz penumbrosa que entra por las ventanas a la calle. Leer nota

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