Recibe en su bellísima casa en pleno corazón de Madrid, en alpargatas, con sus siete gatos ignorándole olímpicamente, sus inquietantes cuadros y sus discos de platino colgados en las paredes del retrete. Cerca de él una cubitera con hielo; dentro de ella un champan francés que denota que él ya no está para tonterías. Lo degusta suavemente, sin urgencias. Tiene una dulce sonrisa permanente, sólo rota por unas buenas y saludables carcajadas cuando el tema lo requiere. Nota completa
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