Con 87 años, el premio Reina Sofía de Poesía jura que solo el presente le interesa
No se fíen ustedes de las apariencias estéticas de la bonhomía, a menudo tapan volcanes. Y como volcán rumiando lava entra Ernesto Cardenal en la estancia, debajo de la boina calada, detrás de su barba blanca, dentro de su camisa blanca, los dedos de los pies nerviosos escapando de las sandalias de cura, aquejado esta tarde de un raro mal: esa mezcla de ansiedad y fatiga típica de las biografías sin desmayo. Nota aquí.
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