Como cualquier capítulo de relevancia en los relatos de Joaquín Sabina (65), sucedió cuando las luces se diluían. Entre viejos camaradas y circunstancias poco precisas: “Una noche, de casualidad, como pasan las cosas en la vida y por no sé qué, alguien puso ese disco, lo estuve escuchando y me di cuenta que era el único donde consideré que todas las canciones estaban vivas, como si hubieran sido escritas ayer, por lo que me apeteció cantarlas mañana”.Un mañana que será hoy en una gira latina donde precisamente revivirá de manera íntegra 19 días y 500 noches (1999), su álbum más popular, colmado de escenas autobiográficas en temas como Una canción para la Magdalena o Cerrado por derribo, y que amplificó a nivel continental su figura como trovador capaz de arrojar historias al borde de la barra. Salvo en Chile, donde el arribo de su cancionero fue más paulatino que en otros epicentros regionales de su suceso, con shows masivos que recién llegaron en 2006 y que llevaron a que el propio cantautor calificara al país como “el único lugar donde soy un artista de culto”. Leer nota
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