Algunos (un poco más curtidos en materia de recitales, que otros) tenían un presentimiento. Otros, quizá aferrados al fanatismo, sentían el aire viciado de esperanzas. Lo cierto es que esas más de diez mil almas que el sábado en la noche coparon el estadio al Oeste del Conurbano Bonaerense tenían la lejana, pero latente, ilusión de que esa oferta que regalaban los afiches (“Chizzo y Tete, de La Renga”) se convirtiera en
La Renga, sin faltantes. Dicho y hecho…
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