Hace diez años y seis meses,
Andrés Calamaro editó la obra con la que pateaba todos sus tableros. Pero cuando salieron los cinco discos de
El Salmón, más de una vez el pateado fue él: la edición completa se volvió una rareza de culto (en cambio se conseguía el primer
disco suelto), las críticas le reprochaban su fertilidad creativa sin filtro y el disco cerraba con un ominoso tema llamado “Este es el final de mi carrera”.
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