El disco Quadrophenia canalizó, en 1973, una pulsión anímica que hasta entonces contradecía la esencia misma del rock: la nostalgia. Por primera vez, la añoranza se filtraba en la piel de un puñado de músicos que –prematuramente, y mucho más rápido que los pibes de hoy– habían dejado de ser jóvenes. Ese cambio de enfoque, acaso enfatizado por los desafíos pretenciosos de la nueva década, dio como resultado un álbum artificialmente maduro, que remitía a los años salvajes desde una postura de sobriedad clásica.
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