Terminaron los conciertos en Buenos Aires. Fuimos felices en el Gran Rex. Con rotundidad empezaba la primavera y y el cielo se pintaba de un azul cegador. En Madrid el frío se colaba por las ventanas y las playas se iban deshabitando.
Nosotros mientras desgranábamos los recuerdos, recuerdos agarrados a las paredes de nuestro bar, mariposas cansadas de un viaje sin brújula ni pañuelos blancos.
Nos quedan los conciertos en la Plata y volveremos a cruzar el océano con la tristeza del viajero que regresa, con la ganas de verte, con los planes de una huida.
En octubre regresamos a México después de tanto tiempo. Será un viaje fugaz pero nos dará tiempo para hacer un par de presentaciones al menos: en el DF y en Puebla. Iremos, entre otras cosas, para editar el disco y para preparar futuras citas que nos permitan recorrer con más calma el país.
Leo las portadas de los periódicos españoles. La vida es más cara. Suben las almas y el coste de la vida. España huele a cerrado. Es hora de abrir todas las ventanas.
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