Entre Alaska, California, Nueva York, Montevideo y Buenos Aires hay miles de kilómetros, de distancia y de idiosincrasias, sentires y decires.
Kevin Johansen ha vivido un tiempo en esos sitios hasta que hace algo más de una década halló su lugar en el mundo -y en la canción- en Buenos Aires. Allí
instaló la rareza de su voz de bajo, la guitarra, la fina ironía de sus letras, ya en una cumbia intelectual, en un tango o en plan hiperromántico. Leer nota
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