Dice José Hernández: “Gracias le doy a la virgen, gracias le doy al señor, porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto, no perdí mi amor al canto, ni mi voz como cantor”, en un verso que suele ser de cabecera para
Andrés Calamaro, cuando se expone y lo cuela en “Estadio Azteca”. Casualmente, uno de los bises de la memorable noche del 4 de mayo en el Metropolitano rosarino, ante más de 9 mil personas.
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