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El lago de petróleo crece en el Golfo de México, pero tal vez habría que llamarlo de otro modo: su extensión es casi ya la del territorio de Puerto Rico cuando se escriben estas líneas y aumenta cada día el volumen del crudo que espesa las aguas: el miércoles ascendía a casi 800 mil litros diarios que siguen brotando y se acercan a Louisiana, Alabama y Florida. Se estima que más de 25.000 barriles diezman cada 24 horas la fauna y la flora de la zona, una cifra que quintuplica la que difundieron al principio las autoridades estadounidenses y el megapolio BP, responsable del desastre. Y no se trata de un derrame, como se lo califica, una calamidad causada por el choque o accidente de un buque tanque petrolero que contamina la superficie marina, sino de un surtidor incesante de oro negro cuya boca está ubicada a 1500 metros de profundidad e infiltra capas del mar no detectables por satélite.
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