
Ingresa por primera vez a una villa. Está incómodo: siente que lo van a tomar por un "gay burgués" que está tratando de robarles el secreto de sus vidas (o el alma); vacila sobre si seguir; cree que va a ser imposible evitar ser tomado como un traficante (pero de relatos de desgracias). Con el paso de los años, el territorio se lo certifica: será imposible borrar la diferencia. Querer asimilarse, mimetizarse derivó en fantochadas como las excursiones a la miseria que promovió la TV, excursiones a la villa concebidas como blanqueo de imagen, como acto de demagogia. Leer nota
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