A poco de cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, una denuncia de Manuel Araya, guardaespaldas y ex chofer del poeta chileno, apunta a que fue asesinado en la clínica.
Después de que Neruda renunciara a su cargo como embajador en Francia y volviera a Chile en noviembre de 1972, Araya fue guardaespaldas y chofer del poeta. El día de ambos comenzaba cuando el escolta le llevaba un lavatorio para que Neruda remojara las manos antes de desayunar. Neruda seguía con un hojeo a los diarios, a las diez tomaba un jugo de frutas, y se ponía a escribir con tinta verde los versos y recuerdos que se iban amontonando. Entonces, Araya enumeraba ese caos de papel. “Mira qué ordenado me salió el compañero”, le decía el poeta, y le regalaba una de las sonrisas que pronto comenzarían a escasear. Leer nota
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