No le gustó la chica. Se vio en su darse vuelta para avisarle a Veinteañero Holgado, gorra de beisbol musculosa barba de imberbe, que lo buscaban. A Flaco Manos Manchadas, pelo entre la densidad de Sandro y Pappo, le gustó menos al ver la luz que encendía la mirada de su hijo.
Ella, sonrisa de bienvenida, le da un disco. Flaco Manos Manchadas mira sabiendo que mirando inhibirá su entrada, invitada con insistencia por Veinteañero. Beso en la mejilla de despedida, y Veinteañero que apantallando el disco vuelve con sonrisa mitad alegría, mitad resignación de otra vez será.
-¿Puedo poner música?
Flaco asiente con la cabeza levantando las cejas.
Ángel con campera no le movió un pelo. En cambio Veinteañero vio algo distinto en la parada de su padre cuando sonó Arde. Cierto rencor podría decir si tuviera algún año más como para conocer el sentimiento. O un amor menos. Cero a la izquierda lo puso ante el lugar común. Y lo usó. “Estos son los que pasan seguido por la radio.” “Sí”, asintió el hijo. “Está bueno”, dijo el padre, como concediendo.
-No te va a gustar.
-Sí que me gusta –no pudo ocultar su molestia Flaco, como suele pasar cuando la ignorancia que no tiene que ver con el código impide entender el chiste. Leer completo
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