Si lo decisivo es la contemplación de una emoción, como quería el poeta Jaime Gil de Biedma, Joaquín Sabina vivió ayer una noche decisiva. Un insólito estallido de emoción recibió al cantautor cuando subió al escenario del antiguo Palacio de los Deportes de Madrid (hoy, Barclaycard Center). Él era el detonante. El público, puesto en pie, los aplausos rivalizando entre sí y cerca de 10.000 voces, buena parte de las que llenaban el recinto, saludándole a gritos.
Sabina se quitó el bombín como agradecimiento. Se le veía emocionado. No dijo nada, pero empezó a cantar para delirio del público uno de sus himnos a la ciudad. Solo tras su segunda canción, saludó: “Buenas noches, Madrid. En una noche como hoy decir gracias es decir poco. Como afirmaba Franco cuando murió Carrero: ‘No hay mal que por bien no venga’. Estos días he recibido tantos gestos de solidaridad, tantas complicidades, que me han conmovido hasta los huesos. He visto cumplirse esa fantasía de ver a la gente en el entierro de uno. Y desafiando los negros presagios, vamos a dar el mejor concierto”. Y empezó a entonar 19 días y 500 noches. Leer nota
Sabina se quitó el bombín como agradecimiento. Se le veía emocionado. No dijo nada, pero empezó a cantar para delirio del público uno de sus himnos a la ciudad. Solo tras su segunda canción, saludó: “Buenas noches, Madrid. En una noche como hoy decir gracias es decir poco. Como afirmaba Franco cuando murió Carrero: ‘No hay mal que por bien no venga’. Estos días he recibido tantos gestos de solidaridad, tantas complicidades, que me han conmovido hasta los huesos. He visto cumplirse esa fantasía de ver a la gente en el entierro de uno. Y desafiando los negros presagios, vamos a dar el mejor concierto”. Y empezó a entonar 19 días y 500 noches. Leer nota
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